Fuente:
Modern Times Review
DERECHOS INDÍGENAS: Una mirada íntima a las tensiones de un pueblo indígena en conflicto con Chile.
Frontera
Directora: Paola Castillo
Productora: Paola Castillo
País: Chile
A través de una cinematografía lenta y elocuente, la directora de Frontera , Paola Castillo, nos coloca en el centro de la vida cotidiana de una familia campesina, al tiempo que explica un drama fruto de las tensiones del pueblo mapuche dentro del conflicto con el estado de Chile.
La película es cautivadora y profunda, pero no se descifra fácilmente sin algún conocimiento sobre los mapuche y su conflicto. Sin embargo, la narrativa se une hábilmente para que el público pueda pasar de una primera capa más humana a leer gradualmente las narrativas posteriores, siempre que uno esté dispuesto a obtener un conocimiento más profundo sobre las tensiones en la región.
Una disposición libertaria
Los mapuches son unas 200.000 personas y unos 300.000 hablantes y actualmente ocupan una región en la parte menos meridional del sur de Chile . La ocupación del territorio mapuche es relativamente moderna, se inició militarmente entre 1860 y 1881, pero el último ataque y quizás el más despiadado llegó con la división de tierras durante la dictadura militar de 1973 a 1989, que sólo permitió a los mapuche alquilar por 99 años, concretándose definitivamente el despojo legal de sus tierras y eliminando su condición de pueblo indígena.
Nuestro principal protagonista, Juan Carlos, es un líder local adscrito a un proyecto del Fondo de Agua y Tierras Indígenas que colabora con el gobierno chileno con la esperanza de recuperar tierras ocupadas. Este programa fue creado a principios de la década de 1990 con el objetivo de resolver el conflicto territorial entre los pueblos indígenas y el Estado. El propósito original era financiar la compra de tierras a restaurar de acuerdo con los derechos históricos de los pueblos indígenas, sin embargo, el programa ha sido cuestionado en varios niveles y es considerado por muchos como la causa de la actual chispa de violencia iniciada en 1997.
En el centro del asunto está la actitud paternalista detrás de las leyes que respaldan este programa, que al comprar tierras admiten implícitamente la legitimidad de la propiedad de las tierras ocupadas militarmente, en lugar de restituir el derecho histórico de propiedad de los pueblos indígenas de la región.
CONADI, la institución que regula el Fondo Indígena de Tierras y Aguas, da testimonio de algunas de las críticas al programa, como el aumento astronómico de los precios de la tierra debido a la especulación. El mismo relator especial de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas ya denunció la falta de elasticidad en el mercado de tierras indígenas y los estudios determinan un incremento de precios de más del 800%. Pero esta película evita juzgar o documentar datos en detalle y prefiere presentar un relato sensible pero neutral del drama familiar de Juan Carlos.
El pueblo mapuche lleva mucho tiempo luchando por mejorar sus condiciones desde una disposición claramente libertaria , teniendo en cuenta su realidad íntimamente ligada a los medios agrícolas y ganaderos.
Esta misma conciencia libertaria saludable es natural para los mapuche, auto proclamados como una cultura organizada horizontalmente, donde la autoridad política es accesible para hombres y mujeres, pero la autoridad espiritual y médica siempre está en manos de las mujeres.
Tal falta de jerarquía vertical necesariamente da la bienvenida a una disparidad de opiniones sobre el conflicto dentro de la misma comunidad. No todo el mundo está de acuerdo con los métodos para mejorar la situación. Frontera vive en esta tensión entre dos visiones diferentes de la lucha, pero se mantiene firme en Carlos y su familia.
En el meollo del asunto está la actitud paternalista detrás de las leyes que respaldan este programa.
Compromiso de alto precio
Si bien es cierto que la película evita emitir juicios y no da testimonio de otras formas de entender el conflicto, también está claro que los compromisos entre quienes luchan, el gobierno y quienes colaboran, se pagan con altos precios.
La casa de Juan Carlos se incendia en un ataque de un grupo de radicales y su participación con el gobierno en el proyecto de desarrollo lo premia con el estatus de vendido. Suficiente para otorgarle enemigos en su conflictiva comunidad.
Centrándose en la historia de la víctima, Castillo intenta mantenerse equidistante entre las partes en conflicto, el gobierno y los miembros más radicales de la lucha mapuche.
A partir de este incidente, la película destaca el problema de los sabotajes y los incendios, pero solo cubre brevemente los ataques a la industria maderera que suelen estar en la mira de las facciones más radicales de la lucha mapuche, y que podrían haberle dado un poco más de contexto a la/el espectador menos informado.
Saborea el olor
La dirección de fotografía de la mano de Pablo Valdés nos regala una película amena, bella, con composiciones que explican y transportan. Un trabajo de cámara que traduce con mucho gusto el ritmo lento, casi permite saborear el olor del campo; el tempo subsiguiente de la tierra en la que los mapuche se sienten involucrados en total.
La casa quemada ancla el eje de la trama y la construcción de una nueva casa funciona como metáfora de la transición entre tradición y asimilación; el símbolo del sacrificio presente en la casa de madera y el sentido hueco de las formas industriales modernas como la casa de ladrillo. Un dilema de la modernidad que el propio Juan Carlos rechaza por ajeno a sus raíces.