Por Variety
OCTUBRE 1, 2021
Agustina San Martín trae su opera prima a Guadalajara, la gótica-tropical “Matar a la bestia” – una atmosférica historia sobre la llegada a la adultez y un torbellino de miedo, muerte y deseo. Cuando Emilia, 17, llega a trabajar a un hostal en la selvática frontera de Brasil, debe enfrentarse tanto a la verdad sobre la desaparición de su hermano, como su propia verdad.
“Matar a la bestia” es un viaje emocional y erótico de auto descubrimiento que avanza como un bote sobre un sueño, rehuyendo el ritmo de una trama tradicional, a través de algo más efímero y sensorial. Party Film Sales compró la película, que debutó en TIFF. San Martín no es nueva en el circuito de festivales; en 2017 “La prima sueca”, se estrenó en la Berlinale, y en 2019, su corto “Monstruo Dios”, obtuvo Mención especial del jurado en Cannes.
Variety habló con San Martín sobre la presentación de su película en Guadalajara.
“Matar a la bestia” no es la típica historia sobre la llegada a la adultez. ¿Puedes hablar sobre tu inspiración para escribir la película, y tu acercamiento a dirigirla?
La principal inspiración para esta historia era crear un contexto de oscuridad en el que el deseo femenino fuese un arma con la que el personaje principal pudiera sobrevivir. El mismo deseo que para nosotras las mujeres ha sido tan usualmente usado en contra, con el que se nos ha programado para sentir culpa, o “sentirse sucia”, y que es lo que de hecho salva a esta adolescente. Y lo que es más, su deseo es queer. En narrativas queer, la aceptación del deseo propio es usualmente un camino tormentoso. Mi hipótesis aquí era: nada te hará más fuerte que aceptar tu identidad completa, y apropiarte de tus propios deseos.
El acercamiento a dirigirla incluyó mucha planificación. Estaba pensada para ser un film más atmosférico que narrativo, para que al verla te sintieras como si estuvieras flotando en un río.
¿Qué rol tiene el miedo en la película?
El miedo siempre ha sido una emoción primitiva, básica, que como animales nos permitió sobrevivir. El miedo al fracaso, a la muerte, al rechazo. La pregunta para mi es: ¿qué hacemos con él? ¿Cómo logramos vivir con él? También hay formas en las que puede crecer dentro nuestro. Como una gota de tinta en un vaso de agua. Demasiado miedo puede incapacitarnos. Puede crear una muralla entre nosotros mismos y los otros. Puede aislarnos de las formas más oscuras, puede tomar control de quienes somos, o de quienes nos permitimos ser.
A través de la historia vemos a una chica casi completamente alienada de los demás. Como si no hubiese pertenecido al espacio que ocupaba, como avergonzada de estar ahí. Al final, cuando aprende a aceptar su sexualidad, encuentra su fuerza para enfrentar ese miedo. Esto sería un reflejo del mito griego de Eros versus Thanatos (deseo versus muerte). Mientras lo explora: el opuesto a la muerte no es la vida, es el deseo. Como si estar vivo no fuese suficiente. En ese sentido, el miedo se sentía como el monstruo perfecto para oponerse al personaje en su despertar sexual.
Emilia pasa la mayor parte de la película en un pueblo fronterizo que se presenta casi como un sueño. ¿Cómo lograste esta sensación etérea?
Hicimos mucho trabajo gráfico. Después de muchas conversaciones con los departamentos de fotografía y arte, construí un storyboard detallado, lleno de imágenes de referencia, dibujos, punteos sobre recursos cinematográficos, y tal. Pusimos ojo en cada detalle: lentes de cine con textura, paletas de color acuarelados, ropa mojada, sudores grasientos para pieles brillantes que traspasasen la pantalla. Como la idea era hacer un film con una experiencia atmosférica de un espacio desconocido, cada pequeño detalle visual o musical tenía que ser diseñado para que se sintiera como algo distinto, que está siendo tallado a través de nuestra piel.
En “Matar a la bestia”, la música es melancólica y ecléctica, y suma tensión en el transcurso de la película. ¿Qué inspiró la música de la película?
La música original de la película se inspiró en la música gregoriana. Con los músicos brasileños de O Grivo, quisimos componer canciones de iglesia, que fueran de hecho sonidos gregorianos (los órganos, las texturas). Más tarde, tuvimos la idea de poner algo sacrílego en ella, y terminamos con esta música electrónica gregoriana que atraviesa las iglesias neblinosas, de la que me enamoré.