Nacidas en los años 90, el formato televisivo de la serie documental hoy vive fundamentalmente en el streaming. Ahí hay varias producciones chilenas disponibles, y que se consumen en diversas partes del mundo. Hay una industria que crece y se desarrolla en calidad y cantidad, pero la televisión chilena no sólo no participa de esta historia, sino que incluso le da la espalda.
Por Pachi Bustos para Chiledoc
En la televisión que nació tras la dictadura militar debutaron las series documentales en Chile. Entonces se exhibieron programas como la etnográfica y naturalista Al Sur del mundo (1982 – 2001) o El mirador (1991 – 2003) y Los patiperros (1998 – 2002), que retrataban historias de vidas y temáticas sociales con una atractiva propuesta audiovisual y con recursos del cine documental. Las series se multiplicaron y diversificaron, pero hoy casi han desaparecido de la televisión, y hace una década han iniciado una nueva vida en las plataformas de streaming. Aunque allí son las series de ficción las que gozan de un evidente mayor consumo, las de tipo documental también han tenido varios títulos exitosos y celebrados, y eso va en aumento. Y las chilenas, paulatinamente, han entrado en ese circuito.
Un poderoso ejemplo es Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile, estrenada en Netflix en octubre de 2021. Concebida por el documentalista Cristian Leighton, fue realizada en conjunto con la productora alemana Looks Medienproduktionen. Usando un sorprendente archivo inédito, esta historia transcurrida en la región de Ñuble desde 1961, y que no se conocía con mucho detalle por parte de los chilenos, contó en seis episodios. Subtitulada en 30 idiomas, hoy está disponible en decenas de países, y marca buenas cifras de audiencia en lugares tan diversos como Japón o Turquía.
Leighton es también un reconocido realizador de películas documentales, como Nema problema (2001) o El corredor (2004), y desde esa experiencia lo primero que valora es justamente la posibilidad de llegar a audiencias mayores que ofrece el formato de la serie documental televisiva. Sobre todo, si se considera cómo se comporta la taquilla con el documental chileno. Hay hitos como Ojos rojos (2010) que llevó casi un millón de espectadores a las salas, y otros correspondiente a documentales renombrados como Allende, de Patricio Guzmán, que completó cuarenta mil, o La once, de Maite Alberdi, que llevó sobre veintiocho mil. Aunque es muy frecuente que un documental lleve a las salas menos de cinco mil espectadores.
Al respecto dice Leighton: “Al documental unitario le ha costado y le cuesta llegar a una buena parte de la población. Mientras que una serie como La sangre tira, del 2013, por ejemplo, tuvo un rating promedio de cinco puntos, lo que equivale a 400 mil personas… Qué ganas que los documentales fueran vistos por esa cantidad de gente”.
Estas series documentales televisivas tuvieron la que podría llamarse su época de esplendor hasta principios de los 2000. Y desde ahí se inició otra historia. En esos lejanos años programas como El mirador, Los patiperros, El triciclo, Testigo, o Cine video se emitieron en horarios prime, y tuvieron respetables cifras de audiencia, pero hoy eso es parte de la historia y los canales nacionales simplemente no producen ni exhiben series documentales.
Sin embargo existen algunas excepciones, donde destacan producciones financiadas por el Consejo Nacional de Televisión, la única instancia nacional, dicho sea de paso, que apoya la producción de este género, como la exitosa ¿Con qué sueñas?, dirigida por Paula Gómez, con cuyas dos primeras temporadas obtuvo Emmys (2011 y 2015), y fue transmitida por TVN. O Tráfico Ilícito, producida por Diego Breit de Glaciar Films, y que recibió el apoyo del CNTV en 2016.
Tráfico ilícito
“Antes uno podía llegar a la Televisión con una buena idea y te la podían financiar, pero después los presupuestos fueron bajando y ya no hay mucho por encargo directo”, afirma Juan Pablo Sallato, de la productora Villano.
Es innegable que la televisión ya no cuenta con los recursos de antaño, porque se han reducido los números del rating y con eso ha descendido el avisaje. Reiteradas y vistosas han sido algunas crisis de las estaciones de televisión, que han incluido despido de los trabajadores, huelgas por no pago de salarios, externalización radical de los servicios y reducción de la parrilla programática. Entre muchos otros contenidos y formatos, las series documentales prácticamente desaparecieron.
No totalmente, por supuesto, pero los formatos y contenidos parecen haberse estandarizado. Gonzalo Argandoña, de la productora Cábala, describe a la oferta documental de la TV de hoy como un dominio de programas de viajes o gastronomía; “Con todo el respeto a su aporte y a sus realizadores”, dice, “son programas que se hacen con un esquema de guerrilla, a veces con una o dos personas como todo el equipo, y ante eso, una propuesta diferente, quizás con una producción más compleja, se queda afuera”.
Carola Fuentes, de la Ventana Cine, lo resume con un poco más de severidad: “Se busca que las producciones tengan un resultado inmediato en sintonía, lo que sacrificó la diversidad de contenidos y homogeneizó la oferta para la audiencia”.
Pero no sólo los productores y realizadores de series comparten ese diagnóstico. La Presidenta del Consejo Nacional de Televisión (CNTV), Faride Zerán, dio en una entrevista a El Mercurio en julio pasado, con una evaluación similar: “La televisión es cada vez menos diversa. Ha ido corriendo cada vez menos riesgos y hecho menos apuestas por incorporar nuevos temas e innovar en formatos y temáticas”.
Sin pantallas de televisión, el género de las series documentales chilenas hoy navega esencialmente en las plataformas de streaming. Y aunque ahí ya está ocurriendo otra historia y otra industria, para los realizadores de series la televisión sigue siendo un espacio que no quieren dejar.
Sylvain Grain de la productora Raki Films, responsable de la serie Los niños del agua, que está siendo co-producida por el canal Señal Colombia, lo expresa desde la mirada de los espectadores, más que la de la industria: “Hacemos la serie para que la gente aprenda y tenga conciencia sobre la temática del agua, y para tocar el número más alto de gente. Con este tema deberíamos llegar a la televisión abierta. No es un tema financiero, sino que es el impacto de lo que hacemos”.
Los niños del agua
Los nuevos espacios
Las plataformas digitales de contenido audiovisual comenzaron a aparecer hace más de una década, pero los dos años de pandemia multiplicaron varias veces su presencia en el mundo. Un ejemplo concreto: El 21 de marzo de 2021 – a un año del comienzo de las cuarentenas- Netflix estrenó la serie documental Rey Tigre en Estados Unidos, con la historia de unos excéntricos coleccionistas de tigres y dueños de zoológicos privados. Solo en sus diez primeros días fue visto por más de 34 millones de espectadores en Estados Unidos, es decir, por uno de cada diez norteamericanos.
El fenómeno tiene su correlato en todo el mundo, aunque en Chile no hay números tan claros porque, a decir verdad, la ausencia de cifras públicas es un hecho muy frecuente en las plataformas de streaming en todo el mundo. El impacto se puede ver, en todo caso, en otras señales, como fue la relevancia pública que tuvo Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile. La serie documental generó discusión pública, fue tema en redes sociales y hasta un ministro de Estado, involucrado en la historia, como constataba la serie, tuvo que explicar su participación en los hechos.
Para Cristian Leighton, el éxito no reside solo en la historia, sino que también en el nuevo formato y las facilidades que otorga al espectador: “La cantidad de gente que lo ve en Netflix es mucho mayor que si se exhibiera en televisión abierta, por muchas razones. Puedes ver la serie cuando tú quieras y no está sometida a que el canal la interrumpa con comerciales, o le ponga horarios, cortes, merchandising en la pantalla… El modelo de TV abierta está en crisis”, dice el realizador.
Al igual que Netflix, muchas otras plataformas también abrieron sus pantallas a las series documentales chilenas. La serie Libre, de la productora Villano, se convirtió en la primera producción de no ficción latinoamericana adquirida por Amazon. Financiada por fondos del CNTV y con el apoyo de ProChile, Libre retrató el mundo de reclusos y reclusas, explorando cómo se reintegran a una vida una vez obtenida su libertad. Para su director, Juan Pablo Sallato, esta serie se sostiene en temáticas locales, pero las trasciende: “Es un género policial carcelario, y si construyes de manera hábil su narrativa audiovisual, es interesante de ver en cualquier lugar, porque finalmente son buenas historias de vida”.
Para Miguel Soffia, director y productor ejecutivo de la productora We are South, lo fundamental justamente es la conexión con la audiencia, y ofrecerles contenidos con mayor profundidad para sus vidas: “Para mí es muy importante”, subraya, “realizar trabajos que generen diálogos, que nutran la conversación, que puedan instalar temáticas y aportar a la sociedad. Esto tiene que ver con una vocación pública”.
Los mercados
El ingreso de las producciones chilenas a circuitos del streaming en otros países significa, también, un nuevo espacio de relaciones: Los encuentros con la industria mundial se desarrollan en los llamados “mercados internacionales”, donde se reúnen representantes de productoras, programadores de canales de televisión, distribuidores y agentes de ventas.
Los mercados constituyen una vitrina esencial para generar alianzas, buscar financiamiento y desarrollar proyectos. Entre los principales están los asociados a los festivales de IDFA, Hot Docs, Shefield Doc/Fest, Cannes, FIC Guadalajara, DokLeipzig, o los mercados Sunny Side of the Doc y DocMontevideo, entre otros. En Chile están, por ejemplo, Conecta y SANFIC Industria. Por ellos y por otros, en distintas etapas de producción, han pasado muchos proyectos chilenos de series documentales, de los cuales varios han sido muy exitosos.
Tres ejemplos: La cultura del sexo (2014), de Villano producciones, fue pionera en salir a mercados internacionales, y se exhibió en Italia. Hijos de las estrellas (2014), de Cábala producciones, es la primera serie científica chilena exhibida en Netflix, Natgeo y en canales de Colombia, España, Uruguay, México, Suecia, Francia, Bélgica y Suiza y hoy está desarrollando su tercera temporada. Nuevo Mundo (2020), realizada por los porteños de Tercer Mundo, se exhibió en la televisión de Argentina y Brasil, y en Chile, que se emitió en La Red en marzo de 2020. Y recientemente en 2022, una serie que recibió múltiples nominaciones en los Emmy, producida por Netflix, Our Great National Parks, cuyo capítulo Chilean Patagonia, fue dirigido por Christian Muñoz-Salas e Ignacio Walker quienes estuvieron cuatro meses grabando en esa zona del sur de Chile. El trabajo de Muñoz-Salas fue nominado a «Mejor Fotografía para un programa de no ficción».
Paulina Ferreti, de Tercer Mundo, valora como estos encuentros también ayudan a mejorar los proyectos: “Para nosotros, los mercados marcaron un antes y un después. No necesariamente funcionan al otro día, ni siquiera para el proyecto que conversaste, pero se genera una red, y la posibilidad de estar en un laboratorio, de sentarte y contarle la idea a uno y después a otro, va generando confianza. Así los proyectos crecen y cobran una vida hacia afuera e incluso cuando son propuestas en desarrollo se pueden hacer reales”.
Todas esas pantallas fuera de Chile, por las que han proyectado series chilenas, han sido accesibles a través de estos mercados, a los que se ha llegado con mayor fuerza gracias a la creación, hace ya cuatro años, de una marca sectorial para la industria del documental. Hoy Chiledoc –alianza público privada entre ProChile y la Corporación Chilena del Documental CCDoc- es un apoyo concreto a la promoción y posicionamiento internacional de este sector productivo de las industrias creativas.
Con ese respaldo en sus producciones, en misiones financiadas por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio o por ProChile, muchas series documentales han accedido, desde entonces, a distintos acuerdos de coproducción y distribución.
“Es en los mercados y en las secciones de industria de los festivales donde suceden las cosas y dónde se generan las coproducciones y la socialización”, comenta el productor Miguel Soffia de We are South, productora chilena que ha colaborado, entre otras, con series documentales para la BBC, Discovery, Al Jazeera y Netflix, con quien produjo en la serie 72 animales peligrosos de América latina.
El financiamiento y el futuro
Para financiar una serie documental en Chile todos deben apostar a las mismas fuentes, que en esencia son dos: El Fondo Audiovisual y el Consejo Nacional de Televisión, CNTV.
Los primeros son recursos que antes administraba Corfo, pero que pasaron a constituir el Fondo de Fortalecimiento para Proyectos Audiovisuales, como parte del Fondo Audiovisual del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Los recursos que otorga son para la etapa inicial de los proyectos (textos de presentación, investigación, guiones, presupuestos y tráiler).
El segundo es para la producción completa de una serie de televisión, y se concursa anualmente desde 1993 por el Consejo Nacional de Televisión. Su misión, dice la ley, es “fomentar la producción de programas de calidad y de nivel cultural”. Aunque esencial, el CNTV representa un apoyo acotado en relación a la enorme cantidad de propuestas. Paulina Ferreti, de la productora Tercer Mundo, pone en contexto esa disparidad: “En un proyecto del CNTV te quedas con la opinión de un jurado, que a veces es muy hermético. Pero al participar de mercados afuera, al conocer gente, entiendes que nos estamos encerrando sin sentido. Afuera hay 30 países a los que les interesa esto, y es bueno que miremos para allá”.
“Yo valoro el aporte del CNTV. Sin este fondo la situación sería realmente dramática”, dice Carola Fuentes. Su socio, Rafael Valdeavellano, valora también la difusión: “La obligación de emitirlos por señal abierta hace que muchos de estos contenidos se puedan ver”. Sin embargo, todos coinciden en la necesidad de buscar fuentes de financiamiento en los circuitos del streaming y en las puertas que abren los mercados.
Y es así como se dibuja el género, nacido hace 30 años, en la producción audiovisual chilena de hoy. En sus procesos articula muchos factores: El desarrollo de la industria, los gustos de las audiencias, el tipo del consumidor de las plataformas, la historia del género documental y la experiencia de sus realizadores.
El resultado trasciende la producción audiovisual. “A nivel de expresión artística, creativa y de construcción de identidad y de imagen país, es muy relevante el aporte que se hace desde el mundo de las series”, afirma Gonzalo Argandoña.
En la citada entrevista a El Mercurio, la presidenta del CNTV Faride Zerán revelaba un importante dato de cómo los chilenos miran su televisión. “En el año 2017, según nuestras encuestas, el 42% de las audiencias se sentía satisfecha con la televisión; el 2021 solo el 24%. Eso te indica que algo está pasando”.
“La audiencia chilena es inteligente, valora contenidos interesantes, distintos a lo que están acostumbrados a ver, que es un personaje de la farándula que visita lugares como un turista”, dice Carola Fuentes. Las series documentales están hablando de Chile y posiblemente hay muchas chilenas y chilenos interesados en verlas.